domingo, 18 de octubre de 2009

La Gruta de Plaza Constitución

Un gasto sin provecho para el municipio
¿Qué quería representar esa obra “a la europea” en medio de la nada?
Mientras crecía el conventillo de los inmigrantes
nacía el de los gatos con ruidosas fiestas nocturnas.
Cien años atrás ya existía el endémico basural porteño.
Calificativos de la prensa y el pueblo.






En 1857 se creó el ”Mercado del Sur de Arriba de la Barraca” popularmente llamado “Mercado del Alto”. Su prehistoria se remonta a 1853 cuando el gobernador Pastor Obligado dispuso concentrar la carretas que venían del interior en ese punto –hoy Plaza Constitución- y en la de Miserere.

A partir de 1856 sus terrenos, que habían sido rellenados con basura [1], recibió el nombre de “Mercado de Constitución”. Pulperías y burdeles fueron su paisaje; en 1862 la construcción del Ferrocarril del Sud comienza a despejar de carretas el mercado, a tal punto que a quince años de haber sido creado muere de muerte natural.

El primer intendente de Buenos Aires fue Torcuato de Alvear. Éste aprovechó el auge económico que se conoció luego de la capitalización porteña para modernizar la ciudad. Fue una gestión controvertida, porque si bien sus proyectos europeizantes embellecieron ciertos sectores de la urbe, ante la indiferencia municipal nacían y crecían los conventillos que se poblaban de inmigrantes, prostitutas y pobreza.

Una de sus creaciones fue la “Plaza Constitución”. En vida del mercado la dividió en dos, prolongando la calle Lima desde la puerta de la estación del Ferrocarril del Sud, al sector este lo parquizó; el oeste siguió siendo utilizado como apostadero de las pocas carretas que llegaban del sur, aún después de prolongar Av. Pavón, con lo cual la plaza quedó dividida en cuatro áreas. El ingeniero francés Eugenio Courtois lo secundó en este como en tantos errores que don Torcuato cometió; no nos referimos en si al diseño de la plaza, sino a la ornamentación con que luego la dotó.



Un acierto fue la colocación de un rond point con un farol y bebedero que colocaron en la intersección de las prolongadas calles Pavón y Lima.
Consistía en un estanque de 2,10 metros de diámetro para caballos; cuatro más chicos para uso de los perros y dos canillas a resorte con cuatro tasas de hierro sostenidas con cadenas, para que los paseantes saciaran su sed.

El premio mayor de este ornato se lo ganó “La gruta”. El intendente tenía una obsesión por construir grutas de hierro y cemento, de tal manera que en su casa, para levantar una, rompió la línea de edificación de la calle, metiéndose en la acera.

La prensa y el pueblo reaccionaron rápidamente: los calificativos de “adefesio”, “espléndido mamarracho” y “ofensa al buen gusto”, fueron los más benévolos.
Erigida junto a un lago en la esquina de Pavón y Lima Oeste, su nombre fue “Gran Rocalla”; si bien popularmente se la bautizó “la Gruta”. Jamás se supo que quería representar esa mole de 10 metros de altura, inaugurada en 1887 en el medio de la nada.

Quizás podría ser un castillo en ruinas, que al año ya comenzaba a derrumbarse, por lo que tuvo que ser parcialmente demolida y rodeada por una verja de hierro para evitar el acceso del público. Inmediatamente, los gatos, y también los perros, la habitaron.
“La tupida población felina del barrio tuvo la agradable sorpresa de que el intendente de Buenos Aires trabajara una vez para ella y no se hizo rogar para ocupar el edificio, convertido prestamente en el más espléndido conventillo gatuno de los anales porteños”[2]
A pesar de su convivencia escandalosa, la bondad de la gente los alimentó durante años. Alrededor de esta obra “a la europea” lo que existía era un basural.

Fue necesario que el F.C. del Sud y los vecinos elevasen un petitorio para que se transformara y dejara de ser un peligro para aquellos que transitaban el lugar de noche.

En 1914, luego de veintisiete años en que este mamotreto ocupara el lugar, los pretendidos inicios de los trabajos del subterráneo Retiro-Constitución de la Compañía Anglo-Argentina, que jamás se concretaron, borraron su silueta de la plaza.

Para ese entonces, ya nadie recordaba que su construcción había costado 100.000 pesos; que la indignación popular no tuvo límites; que la prensa había hablado de “dilapidación, enjuagues y mal manejo de fondos.



1 Recordemos que allí nacía el tercero del Sur.
2 Scenna, Miguel Ángel. Historia porteña del barrio de Constitución.


© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna

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Versión para Internet del artículo publicado en junio de 1995

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